Oficio de tontos

Tontos son los creen, los que crean, los que buscan el temblor de una palabra, los que se ríen de su sombra, los que se enamoran por nada, los que pierden pero no se pierden, los que se enorgullecen de sus amigos, los que no eligen el camino fácil, los que siempre están ahí, los que piensan que el mundo no está perdido todavía... Bienaventurados los tontos, porque de ellos será el reino de la literatura.

jueves, 30 de junio de 2011

Captar el interés

Todo relato debe capturar la atención del lector desde la primera frase. Tal vez no tengamos más oportunidades antes de que nos abandone por un canal de televisión. Yo suelo crear el interés partiendo siempre de un hecho en apariencia inexplicable. Es la típica receta del relato fantástico. Claro, después hay que guardarse de dar las explicaciones en dosis homeopáticas e intentar, finalmente, que la expectativa no decepcione la resolución.
Ayer me ocurrió una divertida anécdota con la que iniciar un relato. Mi esposa encontró en el coche una tarjeta de un nightclub del que, obviamente, yo so sabía nada. Si me interrogo cómo llego allí la tarjeta me sale un cuento...

martes, 14 de junio de 2011

Listo para sentencia

Trabajé duro para prosperar, pero la vida me trató con indulgencia. Una hija adorable, un buen bufete, un barco... Nada que reprochar a la fortuna, más que alguna cláusula menuda del contrato. Lo que peor llevo del oficio es la espera, este impás despiadado en el que los abogados quedamos a merced de la sentencia. No importa el trabajo bien hecho, ni los encajes del alegato; de nada sirve el afán con el que hayamos defendido un caso porque, llegado el momento, todo el peso de la arbitrariedad pende sobre nuestras cabezas. El caos adquiere formas inquietantes: un magistrado caprichoso, un acusado antipático, la grotesca feria de jurisprudencias...
Supongo que no hay felicidad libre de esa cruel lotería, y que todo eso es el peaje de una vida aproximadamente feliz. Pero, mientras apuro el cigarro, no soporto la espera. Ni esa sonrisa salomónica con que ahora me recibe el oncólogo.

lunes, 6 de junio de 2011

Rafa Nadal, modelo literario

Me preguntaron una vez una conferencia en un instituto que cuál era mi referente como escritor, y no lo dudé ni un instante: Rafa Nadal. El joven merecía una explicación pues, que se sepa, el magnífico tenistas no ha escrito aún nada digno de su palmarés deportivo.
Nadal, sin ser escritor, representa todo lo que un escritor debe tener para llevar a término sus proyectos: tesón, amor propio, sacrificio... y esa combinación heroica de orgullo y humildad.
El talento es una ciencia infusa que no alcanza ni para un breve poema si no se acompaña de trabajo y dedicación. Yo escribo porque me divierte claro, pero nada de lo que he escrito, que pudiera merecer la pena, se ha librado del trago del penoso trabajo de la revisión, de la búsqueda de la forma. En esa dura competición contra las limitaciones propias y las de sus ideas se hacen los escritores.
A Nadal, como a Lorca, la inspiración le coge siempre trabajando.

miércoles, 1 de junio de 2011

Ideas para escribir un relato

Me preguntaba mi sobrino Álvaro el otro día, con sincero interés, que de dónde salen las ideas para los cuentos. Pregunta de complicadísima respuesta, pero no tanto. Por lo que que atañe a un servidor, suelo partir de un tema abstracto (¡la indiferencia, el depecho...!) al que me afano en buscarle una concreción atractiva y sugerente. La idea necesita una percha en la que hacerse sustancia narrativa (esto es una perogrullada) , por eso que uno se esfuerza en encontrar la metáfora visual, el personaje, la situación... que concentre todo eso que queremos contar...

Claro que la mayoría de las veces ocurre al revés: una imagen impactante sugiere una historia que debemos desentrañar. Hay que interrogar a la materia y ver qué queremos decir realmente tras esa imagen, anécdota, o lo que fuese, que nos ha cautivado.

Hace unos minutos se me acaba de ocurrir una idea para un relato. Me ha llegado un mensaje de correo con la lista de los relatos finalistas (más de doscientos) de un concurso literario microrrelatos, en el que recuerdo haber participado, pero sin poner en pie el relato.
El conflicto (divertido) me ha surgido cuando intentaba adivinar si alguno de esos relatos (ah, la memoria; ah, la identidad...) era remotamente mío.
El relato surge casi por sí solo... Fácil terminar en Heráclito (Nunca leemos dos veces el mismo cuento) o en el Pierre Menard de Borges (nada de lo que escribimos es realmente nuestro o nada de lo que escribimos es totalmente nuestro).

Darle forma al relato se me antoja lo más fácil.