Oficio de tontos

Tontos son los creen, los que crean, los que buscan el temblor de una palabra, los que se ríen de su sombra, los que se enamoran por nada, los que pierden pero no se pierden, los que se enorgullecen de sus amigos, los que no eligen el camino fácil, los que siempre están ahí, los que piensan que el mundo no está perdido todavía... Bienaventurados los tontos, porque de ellos será el reino de la literatura.

martes, 14 de junio de 2011

Listo para sentencia

Trabajé duro para prosperar, pero la vida me trató con indulgencia. Una hija adorable, un buen bufete, un barco... Nada que reprochar a la fortuna, más que alguna cláusula menuda del contrato. Lo que peor llevo del oficio es la espera, este impás despiadado en el que los abogados quedamos a merced de la sentencia. No importa el trabajo bien hecho, ni los encajes del alegato; de nada sirve el afán con el que hayamos defendido un caso porque, llegado el momento, todo el peso de la arbitrariedad pende sobre nuestras cabezas. El caos adquiere formas inquietantes: un magistrado caprichoso, un acusado antipático, la grotesca feria de jurisprudencias...
Supongo que no hay felicidad libre de esa cruel lotería, y que todo eso es el peaje de una vida aproximadamente feliz. Pero, mientras apuro el cigarro, no soporto la espera. Ni esa sonrisa salomónica con que ahora me recibe el oncólogo.

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