Oficio de tontos

Tontos son los creen, los que crean, los que buscan el temblor de una palabra, los que se ríen de su sombra, los que se enamoran por nada, los que pierden pero no se pierden, los que se enorgullecen de sus amigos, los que no eligen el camino fácil, los que siempre están ahí, los que piensan que el mundo no está perdido todavía... Bienaventurados los tontos, porque de ellos será el reino de la literatura.

domingo, 25 de marzo de 2012

A mil kilómetros de bochorno

Hay días en los que ser andaluz es una losa sobre la conciencia. Los resultados de las últimas elecciones andaluzas (tan legítimos, tan decepcionantes) nos dejan sin apenas argumentos contra aquellos que, al calor de los tópicos, caricaturizan a los andaluces bajo el estigma de la indolencia, el gregarismo y la paternalista protección de la subvención público.

A ver quién dice ahora lo contrario. Si con una corrupción galopante instalada hasta los tuétanos, si con los peores índices europeos de paro, educación, etc. no se produce una alternancia política, pues ya nos dirán qué tiene que ocurrir para que los andaluces rompan con esa inercia de 32 años de modorra, subvenciones y Canal Sur.

Es lo que los andaluces queremos, y hay que aceptarlo. Ahora bien, la democracia no sólo es aceptar con tolerancia la decisión de la mayoría (por más aberrante que nos resulte). También consiste en asumir la responsabilidad, individual y colectiva, de nuestros actos. Ahora, cuando un paisano se le queje en la escalera de su piso de que el ambiente político en Andalucía es asfixiante, de que no hay alternativas, de que nos comen la moscas, de que no hay iniciativa en la sociedad civil, de que el fracaso escolar es inasumible, de que las tasas de paro empujan a los jóvenes a la emigración... recuérdele que los andaluces tenemos lo que hemos votado.

Y lo dice un exiliado laboral andaluz. Antes no regresaba a Andalucía sencillamente porque no podía, proque no hay trabajo; ahora, además, no vuelvo porque no quiero. Cada pueblo tiene, escrupulosamente, los gobernantes que se merece. Que nadie se sorprenda ni finja indignación si después de tres décadas de democracia seguimos estando, en todas las estadísticas, en los arrabales de Europa.

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