Oficio de tontos

Tontos son los creen, los que crean, los que buscan el temblor de una palabra, los que se ríen de su sombra, los que se enamoran por nada, los que pierden pero no se pierden, los que se enorgullecen de sus amigos, los que no eligen el camino fácil, los que siempre están ahí, los que piensan que el mundo no está perdido todavía... Bienaventurados los tontos, porque de ellos será el reino de la literatura.

domingo, 6 de enero de 2013

Embajadores de la novela

Más de cien personas eligieron la presentación de El sombrero de las ideas descabelladas el pasado 21 de diciembre para despedir el mundo, lo cual no está mal para vivir en una era de decadencia cultural. El acto, a decir de un interesado, estuvo muy concurrido y fue una sorpresa muy agradable contar con un público muy entregado, que hizo suya la novela y se lanzó a comprarla con afán apocalíptico.
En el fondo, todo escritor busca lectores, pero una novela no puede tener éxito si esos lectores no se convierten en embajadores de la obra y la pregonan y la recomiendan a los cuatro vientos. Esa sensación tuve la otra noche en Alcalá, en la galería El Mirador, con los 70 libros que firmamos Manuel Domínguez Guerra y yo, que un montón de buenos lectores nos cogían el testigo y le daban vida a la novela. Algo parecido me ha ocurrido también leyendo algunas críticas que ya viajan por la red como la de Sara Roma, y sus amables comentarios en Literaria Comunicación.

Una novela carece de sentido sin lectores, pero corre el riesgo de caer en el cementerio de libros olvidados de Zafón si esos lectores no se convierten en embajadores de una causa que no es otra sino la propia literatura. 



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