Oficio de tontos

Tontos son los creen, los que crean, los que buscan el temblor de una palabra, los que se ríen de su sombra, los que se enamoran por nada, los que pierden pero no se pierden, los que se enorgullecen de sus amigos, los que no eligen el camino fácil, los que siempre están ahí, los que piensan que el mundo no está perdido todavía... Bienaventurados los tontos, porque de ellos será el reino de la literatura.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Bubok, la inflación literaria y el papel de las editoriales

Se publica mucho, aunque la sensación de los autores sea justamente la contraria. Unos 80.000 al año sólo en España, según Wikipedia. La lista de libros editados cualquier año daría para rellenar una biblioteca de Alejandría. Los sellos de autoedición, los blogs o las nuevas plataformas digitales de autoedición han derribado los tradicionales obstáculos entre el autor y la edición de su obra. Baste de ejemplo la conocida web Bubok, cuya publicidad invita, sin trampas ni cartón, a la publicación de un libro sin coste alguno para el autor.
En suma, la democratización (rasante) de Internet han banalizado la edición hasta tal punto de que "cualquiera" (sin la menor carga peyoratia) puede editar un libro. Y probablemente está bien que así sea o, cuando menos, lo contrario resulta más atroz.
Sin embargo, el problema sigue siendo el mismo, aunque se sitúe en otro plano. La dificultad ahora de los autores desconocidos no es publicar sino tener lectores, que viene a ser lo mismo. Publicar un libro, como se ve, es fácil, pero tener lectores (que además compren la obra), es otro cantar.
En mi opinión, la gratuidad de la edición (como todo lo gratuito) genera, sin quererlo, un panorama más inquietante y desolador. Internet da voz a quien no la tiene y medios de difusión a quienes ni siquiera aspiraban a ello, pero, también sea dicho, genera mucho ruido. ¿Quién se atreve a poner en duda la calidad de esta esa ingente producción de libros noveles que circulan por la red sin parecer un nazi cultural? Tal vez ya se encarga de hacer la selección natural la indiferencia general y el olvido que está reservada a la mayoría de lo que se publica. No se olvide que el caso de las obras que triunfan sin medios, por el raro azar de la red, son la excepción: son el espermatozoide que llegó al óvulo del éxito sin que sepa bien cómo. Lo normal es el fracaso, los millones que se quedaron en el camino.
Está bien, aceptemos que todo tiene su espacio y que el mundo editorial comercial convive sin estridencias con esta nueva forma de edición, pero ¿quién se pone en el lugar del lector?
El lector, por más que nos rasguemos las vestiduras, necesita referencias, pautas de lo que merece la pena de ser leído. No es una cuestión de incapacidad crítica ni intelectual, sino de falta material de tiempo.
Esa función históricamente ha sido ejercida por académicos y críticos, que dictaban el canon literario de cada época. Profesionales, al fin y al cabo. En la actualidad ese papel lo ejercen o ejercían las editoriales y los editores. Las editoriales -está en su naturaleza- determinan qué merece ser publicado y qué no. Y esa labor de númerus clausus orienta al lector (¡también consumidor!) en el proceloso mar de la inflación literaria. Por qué esa labor de asesoría (¿no es eso en el fondo?) está tan mal vista es, para mí, un misterio.
Las editoriales son expertas que despejan (¡con evidentes errores!) el grano de la paja. Aunque, claro, queda mucho mejor decir que todo el mundo publique cuanto quiera y lo que quiera. Yo no lo voy a censurar. Pero cualquiera que haya publicado algunas obras en diferentes editoriales sabe que sin ese ramillete de fracasos y de negativas, de puertas cerradas y decepciones, de proyectos en el cajón de espera, es imposible mejorar como autor. No hay escritor que no se haya forjado en la lucha casi prometética por publicar.Y como en la edución de los niños, alguien tiene que decirte que no (ser editor es, básicamente, decir que no).
Lo otro (la cultura del gratis total y todo sin esfuerzo) se parece más a la satisfacción del ego que a la búsqueda de la expresión literaria y la comunicación con el lector.



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